La dulzura que sobrevivió al paso de los siglos.

Néa se abre como la primera brisa cálida que atraviesa un templo antiguo al caer la tarde.
La salida es cremosa, luminosa, dulce: notas afrutadas y golosas envuelven el aire como una ofrenda perfumada dejada sobre un altar de piedra. Es un inicio voluptuoso, suave, casi celestial… un abrazo dorado hecho aroma.

En su corazón, la fragancia se vuelve rica y profundamente emocional.
Flores aterciopeladas, especias suaves y un toque gourmand evocan la seducción tranquila de antiguas civilizaciones donde el lujo era una forma de arte. Aquí, Néa respira deseo, abundancia y una sensualidad que no necesita prisa. Es la emoción íntima de un secreto compartido en voz baja.

La base desciende cálida, intensa, adictiva:
vainilla cremosa, resinas suaves, maderas doradas y un acorde ambarado que se funde con la piel como un rastro dulce que se niega a desaparecer. Su estela es persistente, hipnótica, profundamente envolvente—como un recuerdo que vuelve una y otra vez.

Néa es luz líquida.
Un homenaje a lo dulce, lo sensual, lo eterno.

Una fragancia creada para quienes aman los perfumes envolventes,
los abrazos cálidos
y la magia que solo existe cuando el mundo se vuelve dorado.