En una calle estrecha de Roma, justo cuando el sol empieza a bajar y las terrazas se llenan de risas, aparece él. No necesita hablar fuerte; su presencia llega antes que sus palabras. La brisa trae la frescura del néroli y la corteza de naranja, mezclada con ese toque vivo del grosellero negro que anuncia una entrada segura, casi teatral.

Cruza la plaza hasta detenerse frente a una barra de mármol. El barista ya sabe lo que sigue: un espresso corto, intenso, servido con la precisión de quien respeta los rituales. A su alrededor, el aire se vuelve más denso: chocolate oscuro, tonka y un suave velo de cashmeran envuelven la escena como un traje perfectamente entallado.

Cuando se levanta para irse, deja una estela cálida de vainilla, cacao, nogal y un toque refinado de cognac que permanece incluso después de perderse entre las calles empedradas.

Así es Fanfarone Italiano:
el aroma del hombre que conquista sin prisa, que seduce sin esfuerzo y que deja una huella tan elegante como su última sonrisa.